En los últimos días Colombia fue testigo de una reacción nacional sin precedentes, poderosa y profundamente simbólica: el país entero salió a la defensa de la cadena de restaurantes No. 1 en nuestro País, especializada en pollo frito, la cual cuenta con más de 250 puntos físicos para atender a todos sus comensales.

Todo comenzó con un intento de registrar su marca en España por parte de un tercero, lo que fue percibido como una apropiación indebida de un ícono nacional. La respuesta fue inmediata: medios de comunicación, consumidores, marcas de múltiples industrias y hasta sus principales competidores, se unieron en una ola de solidaridad pocas veces vista en nuestro entorno empresarial.

Pero lo más importante no fue el hecho en sí, sino lo que reveló: Frisby es mucho más que una cadena de pollo. Es una marca que habita emocionalmente en el corazón de millones de colombianos.

Y eso no ocurre por casualidad. Esa fuerza simbólica se ha construido desde su fundación en 1977, no solo a través de un gran producto, sino a través de algo mucho más profundo: una cultura organizacional sólida, coherente y centrada en lo humano.

El legado de una familia

Desde sus orígenes en Pereira, bajo el liderazgo de los empresarios y esposos Alfredo Hoyos Mazuera (QEPD) y Liliana Restrepo Arenas, Frisby ha logrado mucho más que crear recetas exitosas. Ha tejido una manera distinta de hacer empresa: cercana, ética, incluyente y profundamente comprometida con su gente y su entorno, partiendo de un gran propósito: “alimentar con amor para contribuir al desarrollo del ser humano y transformar positivamente a la sociedad”, basado en una cultura organizacional inspirada en la ética del cuidado enfocada al desarrollo integral del ser humano.

Sus colaboradores no repiten los valores de memoria: los practican. Y sus clientes no solo compran sus productos: perciben una coherencia que conecta con su forma de ver el mundo.

Por eso, cuando se percibió esta amenaza externa, la defensa no vino desde la empresa, sino desde su comunidad. Porque cuando una cultura es auténtica, la reputación se vuelve colectiva. Y eso, como bien lo demostró el caso de Frisby, no se registra en ninguna notaría: se gana con años de coherencia.

Su cultura: su escudo invisible

Una cultura organizacional bien construida actúa como un escudo invisible pero indestructible. No se ve, pero se siente. No se impone, pero se defiende sola. Frisby no tuvo que lanzar una campaña de crisis: la comunidad respondió por ella, porque el vínculo emocional ya estaba sembrado.

En tiempos donde muchas empresas buscan protegerse con estrategias legales o campañas reactivas, Frisby nos recuerda que el mejor blindaje es la coherencia viva en el día a día.

Construir reputación desde la cultura organizacional no es inmediato. No da “me gusta” rápidos. Pero en el momento de la verdad, cuando algo está en juego, es la única defensa que no falla.

Casa Tarradellas y la defensa emocional de lo propio

Un caso similar ocurrió en España con Casa Tarradellas. Esta marca de alimentos catalana con ventas cercanas a los $1.400 millones de Euros, coincidencialmente fundada también por una pareja de esposos por la misma época de Frisby (1976), ha construido una relación emocional profunda con los consumidores gracias a sus valores familiares, su producción local y su publicidad coherente con su esencia.

Cuando en 2019 circularon rumores de que sería vendida a una multinacional extranjera, las redes sociales se inundaron de mensajes de respaldo y resistencia al cambio. Los consumidores sentían que esa marca representaba algo que debía protegerse: una forma de hacer empresa cercana, humana y con identidad propia.

Al final, la empresa desmintió los rumores. Pero la reacción social dejó claro que cuando una marca se construye con propósito y humanidad, la gente la cuida como si fuera propia.

Y a tú marca, ¿quién la defendería?

El caso Frisby no es sobre un negocio de venta de pollo y va más allá de un caso jurídico que todos esperamos se resuelva a su favor. Es sobre un propósito. Sobre una cultura genuinamente centrada en lo humano. Sobre la diferencia entre una empresa que vende productos o servicios y otra que inspira a todos sus grupos de interés.

Frisby no tuvo que pedir ayuda. Su gente: clientes, rivales, ciudadanos del común y un país entero, se la ofreció. Porque cuando una marca ha estado “en medio de la mesa contigo”, en esos momentos simples y humanos de la vida, tú también estás con ella cuando más lo necesita.

Heart | Identidad, Cultura y Personas

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