Durante años, el liderazgo empresarial fue un espejo de la sociedad: masculino, jerárquico y poco empático. En reacción, emergió una ola necesaria de mujeres decididas a conquistar espacios históricamente vedados.

Pero en ese proceso también se gesta un nuevo riesgo: reemplazar un extremo por otro.

Hoy, ni el liderazgo alfa que impone, ni el feminismo corporativo que replica sus prácticas en clave inversa, son sostenibles.

Lo que las organizaciones necesitan son liderazgos integrados, humanos y conscientes del equilibrio entre firmeza y empatía.

De la conquista a la integración

Según McKinsey & LeanIn.org, en 2024 las mujeres representaban el 41% de los puestos directivos en Estados Unidos, pero solo el 28% de los cargos ejecutivos de primer nivel. Es un avance, sí, pero la brecha en la cima persiste.

El problema no es de talento, sino de guion cultural: muchas mujeres sintieron que, para ser escuchadas, debían volverse más duras, más racionales, más “alfa”. Y en esa imitación inconsciente del modelo masculino tradicional, se perdió algo esencial: la diversidad emocional que enriquece la toma de decisiones.

La realidad demuestra que los mejores resultados surgen cuando los equipos combinan el liderazgo masculino con la empatía femenina, evitando los estereotipos.

Por otro lado, un estudio de Harvard Business Review reveló que las empresas con equilibrio de género en sus equipos directivos reportan un 21% más de rentabilidad y 27% más de capacidad de innovación.

La razón es simple: la complementariedad multiplica resultados.

El fin de los extremos

El liderazgo alfa está llegando a su fin, pero su contraparte, el liderazgo de reivindicación permanente, tampoco puede sostener culturas sanas.

El desafío del siglo XXI no es “feminizar” el liderazgo, sino humanizarlo.

Ejemplos recientes muestran que las organizaciones más admiradas son aquellas que integran ambos enfoques:

📌 Microsoft | bajo la dirección de Satya Nadella, reemplazó el mandato por el aprendizaje: su growth mindset combina firmeza y compasión, lo que elevó el compromiso de los empleados en más del 35% según Gallup.

📌 Unilever | con Leena Nair como CHRO (hoy CEO de Chanel), impulsó un modelo de liderazgo basado en propósito y bienestar, reduciendo en 24% la rotación global.

📌 IKEA y Patagonia | redefinieron la masculinidad corporativa al celebrar la empatía, la escucha y el equilibrio vida-trabajo como virtudes de liderazgo, no como debilidades.

Estas compañías no lideran desde un género, sino desde una madurez emocional que combina visión estratégica, humildad y coherencia.

Lo que viene

Las nuevas generaciones (millennials, centennials y alfas) no buscan jefes hombres o mujeres: buscan líderes reales.

Según Deloitte Global Gen Z & Millennial Survey 2024, el 75% de los jóvenes empleados dicen preferir trabajar para líderes que demuestren “autenticidad y empatía” frente a “poder y autoridad”.

Esa tendencia marca el cambio: el liderazgo ya no se mide por el género, sino por el grado de humanidad que inspira.

En conclusión, el liderazgo debe ser integrador. El futuro no es masculino ni femenino. Es complementario.

Las empresas que entiendan esto dejarán atrás el péndulo de los extremos y construirán culturas donde la autoridad conviva con el amor, la exigencia con la escucha y la meta con el sentido.

Porque el liderazgo del siglo XXI no se trata de quién habla más fuerte, sino de quién sabe escuchar mejor.

Todo extremo termina siendo dañino. El liderazgo del futuro no se definirá por el género, sino por la capacidad de integrar virtudes complementarias: la determinación del alfa masculino y la sensibilidad del alma femenina. El verdadero desafío estará en lograr ese equilibrio sin que la búsqueda de protagonismo sacrifique lo más valioso: el tiempo, la presencia y el ejemplo que dejamos a nuestros hijos.

Heart | Identidad, Cultura & Personas

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